La curiosidad es el motor del deseo de aprender y puede fomentar la experimentación y la innovación. Aprendí la curiosidad de mis padres, que ambos son académicos.

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En algunas de mis memorias más tempranas estoy montado en la parte de atrás de una camioneta viajando por calles serpentinas de tierra en los Andes en Perú para visitar un proyecto en el que mi papá estaba ayudando a llevar agua potable a comunidad rural. También recuerdo las muchas historias de mi mamá acerca de sus tiempos como enfermera sirviendo a comunidades indígenas en Perú. Yo profundicé en la curiosidad cuando decidí dejar mi trabajo corporativo en Estados Unidos para explorar algunas de las preguntas que me surgieron en la infancia. ¿Cómo fue para mis padres  trabajar en comunidades rurales en los Andes? ¿Qué estrategias de intervención realmente son efectivas para reducir la pobreza?

 

Después de vender todo lo que tenía, me mudé a India para aprender acerca de las microfinanzas. Un año después tenía sentimientos encontrados acerca del impacto de las microfinanzas y quería contestar mis preguntas de manera rigurosa.  Entonces acepté un trabajo con Innovación para Acción contra la Pobreza para usar métodos científicos rigurosos para evaluar la medida en la que las microfinanzas pueden ser parte de la solución a la reducción de la pobreza extrema en las misma áreas de Perú en las que mis papás habían trabajado varias décadas atrás. Fue maravilloso combinar trabajo cualitativo en el que pasaba tiempo en las comunidades con métodos cuantitativo para determinar los beneficios con rigor. Uno de los estudios en los que participé logró demostrar que ciertas formas de microfinanzas sí son efectivas como parte de un paquete de intervenciones para reducir la pobreza extrema en varias partes del mundo.

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Aunque mis intereses son bastante diferentes hoy, puedo decir que la curiosidad es un motor que todavía me impulsa a explorar y descubrir mejores maneras de despertar procesos transformativos.